¿De modo que aquí vienen las gentes para seguir viviendo? Más
bien hubiera pensado que aquí se muere. He salido. He visto
hospitales.

Rainer Maria Rilke: Los cuadernos de Malte Laurids Brigge

 

T.W. Adorno señaló como no gratuita la semejanza fonética entre las palabras museo mausoleo, develando así las connotaciones necrológicas de la instalación paradigma de la preservación del legado cultural.

Debido a mi experiencia como hijo de padres psiquiatras, encuentro que el hospital psiquiátrico es la imagen especular más adecuada al museo. Desde mi infancia he visitado estos lugares, los cuales poseen más de una afinidad arquitectónica: salas blancas e impecables, luces neutras, proliferación de archivos (vivos o muertos) y silenciosos pasillos por los que deambulan sus visitantes. Ambos espacios configuran una representación simbólica de la autoridad, el orden y la disciplina.

Tanto la museología como la clínica psiquiátrica se basan en taxonomías que establecen una dicotomía de lo normal y lo patológico. La selección y marginalización constituyen el principal modus operandi, sea este empleado dentro del marco de la historia del arte o del estudio del comportamiento humano. El dogma terapéutico que ambas ciencias comparten hace que médicos y curadores de exposiciones se valgan del mismo verbo para definir el ejercicio de sus profesiones: curar el cuerpo; artístico o fisiológico.

A pesar de los diversos cambios que el proyecto iluminista del museo ha sufrido desde su creación (incluyendo los avatares de la vanguardia y su casi inmediata museificación en la primera mitad del siglo XX), este continúa debatiéndose entre preceptos irreconciliables: la obligación de preservar la tradición en reliquias y residuos artísticos, junto a la necesidad de legitimar manifestaciones que se adecúan fácilmente a los cánones de la alta cultura. Un ejemplo de esta situación es la polémica creada en la sociedad postcolonial en torno a la exclusión del otro dentro de la lectura histórica.

Mi instalación La extracción de la piedra de la locura, en el Museo de Bellas Artes de Caracas, opera en las grietas producidas por esta diseminación. Al trasladar el espacio marginal por excelencia de la casa de locos al Templo de la Razón, que es el museo, uso irónicamente estrategias de contextualización propias de este último: selección, mirada arqueológica, coleccionismo y simulación. El propósito de esta apropiación es la deconstrucción de las relaciones entre el objeto y su presentación.

Los objetos escogidos para mi instalación fueron extraídos del Hospital Psiquiátrico de Bárbula: camas usadas por los pacientes en los espacios de reclusión, piedras recolectadas en los jardines, historias clínicas, psicofármacos, un aparato de electroshock junto a piñatas y cuadros elaborados en el taller de laborterapia. Estos son acompañados de la intención expresa de articular una crítica a los conceptos de originalidad y unicidad, esenciales en la ideología museística.

Max Bense definió el modo estético como una condición que se manifiesta menos en las cosas que en sus relaciones; es en estas donde mi obra encuentra su campo de batalla.

Los dormitorios de Bárbula colocados en el Museo de Bellas Artes constituirán la mise en scène para la realización de una fiesta infantil, fomentando así el «intercambio dramático de la locura» (Foucault).

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Fotografías tomadas del catálogo de la exposición La extracción de la piedra de la locura

Y uno tiene y busca y consigue
y ideas y inteligencia
y conocimientos y capacidad
y sabiduría y preparación
de esa forma maneras y condición
así un bien como es
y uno tiene y asi realiza y plantea
y uno hacese y aplicase
y medicinas mas de cientos
de remedios muy distintos
y muy diferentes de todas clases
para uno curase y sanase bien
de todas las enfermedades ke uno tiene
y uno tenga y sele kele hagan falta a uno
ke uno necesita bien

Jorge Aranguren
(Escrito en los muros del Hospital
Psiquiátrico de Bárbula)

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Las piñatas realizadas por los enfermos mentales como representaciones de psicofármacos en uso, serán parcialmente destruidas por el público que acuda a la inauguración; dislocando así la condición escultórica que estas habían adquirido dentro del contexto expositivo.

Se trata de crear una arquitectura flexible que propicie las relaciones humanas y la participación activa del espectador dentro del espacio concreto del arte.

El resto es un fin de fiesta.

 

1
Objeto y pecado tienen un mismo padre.
2
El hombre puede ser descrito por sus objetos mejor que por su imagen.
3
El objeto tiene cualidades simbólicas desde el mismo momento de su creación, más allá de sus cualidades funcionales.
4
Un objeto virgen no es igual a un objeto usado, un objeto propio no es igual a un objeto ajeno, nunca dos objetos son idénticos.
5
Cuando un objeto habla, hablan los hombres que lo crearon y también quienes lo han usado.
6
Un objeto no debe ser forzado a representar cualidades simbólicas que no le pertenecen. La verdad que dice el objeto es lo más importante, no lo que se pretenda hacerle decir.
7
Jamás se debe pretender crear un nuevo objeto con la unión de dos o más objetos. Los objetos, aun casados, deben mantener su autonomía.
8
Los objetos en grupo hablan entre ellos, hay objetos que se atraen, objetos que se repelen y objetos indiferentes. Este diálogo debe ser escuchado.
9
Los objetos nunca se pueden aislar de otros objetos. Siempre un objeto hablará a otro aunque sea en el recuerdo. Su comportamiento siempre dependerá del contexto.
10
El objeto debe ser respetado como un cuerpo con vida, sin mutilaciones, prótesis, pinturas, maquillajes que lo escondan de su propia realidad.
11
No se debe decorar con objetos ni decorar los objetos. Es siempre más interesante un objeto cuando ha sido una mano anónima la que lo ha decorado, sin segundas intenciones.
12
Para entender al objeto no se necesitan explicaciones, basta con abrir bien los ojos.

 

Javier Téllez (Valencia, 1969). Pintor y artista visual. Entre 1984 y 1986 realiza estudios en la Escuela de Artes Plásticas Arturo Michelena. En 1992 viaja a España y estudia en la Escuela Nacional de Cerámica. En 1993 recibe una beca para participar en los talleres para artistas extranjeros (Foreign Artists Studio Programs), que otorga la Fundación Calara y el PS1 Institute for Contemporary Art de Nueva York. Su obra ha sido expuesta en salones de arte internacionales. Se percibe en ella un interés por representar actividades que confrontan la libertad del hombre contemporáneo, el destino, la violencia, el circo y la locura.

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«De un hospital dentro del museo» es un texto de Javier Téllez que acompañó su instalación La extracción de la piedra de la locura, realizada en el Museo de Bellas Artes de Caracas en 1996. Esta exposición representó un pabellón de un hospital psiquiátrico, en el cual incluía cuadros, fotografías de pacientes, videos y megáfonos que reproducían sonidos de angustia. Al partir de la semejanza fonética entre las palabras museo y mausoleo, el artista venezolano enumera posibles afinidades entre ambas instituciones y las analiza en su arquitectura, así como también en las técnicas y la terminología utilizada.

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La cabecera fue diseñada por María Betania Núñez, a partir de un retrato de Carlos Germán Rojas. La transcripción estuvo a cargo de Néstor Mendoza. Graciela Yáñez Vicentini realizó la revisión del texto.