Grafito

I

Grafito de un lápiz Mongol
incrustado en la piel
y también
la tinta
en
esa
piel.

Nieta arepitas de anís y ralladuras queso blanco. Hija sube y baja parque pequeño, grava entre los pies y las sandalias, Niña espalda en la esquina instrumento de cuerdas charrasqueao,
polo margariteño, Hey jude. Oye esta canción que saqué
es su saludo preferido.

Estudiante de primer grado que jugando se clava un lápiz
y ahí queda la marca,
el grafito bajo la piel anunciando este
empecinamiento
esta tar(e)a.
Acá. Una célula
del grafito,
¿la ves?

Niña zapatos mimis, niña medias tobilleras con un pompón atrás, niña falda azul de poliéster enrollada a la cintura y chemise blanca, blanca impecable, blanca Nevex. Niña cuadernos Caribe doble línea y mucho juicio moldeando flores de papel crepe. Niña curiosidad y no deseo por los príncipes celestes y su hegemonía, por el estado de Florida planeta inaccesible, niña duelo fácil entre un roedor todo oreja y el ratón Pérez eficaz.
Niña Margarita,
la flor y la isla y el poema,
niña adivinanzas Qué será, qué no será
niña que no se aburre
que no se agata
que no sea
gata
que juega
mucho
sola.

Célula Mongol quebrado,
texto poroso
memoria
alojada
en
la
piel.

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Quebrada pero viva

 

Maestra vida, camara’a.
Te da, te quita
te quita y te da.
Rubén Blades

1

Hay misterios geográficos
no me refiero a volcanes
o placas tectónicas
ni a témpanos desplomándose,
aquel estruendo celeste.
Alguna explicación debe haber
para la guayaba y la sonrisa tropical
para la violencia monstruo.

Todo comienza con un cerrojo asegurado
no es preciso un pasaje
o literatura odisea
para olvidar el besito
de coco.

2

Llegaba a pie al conservatorio
avenida principal de Bello Monte
Los Chaguaramos y Santa Mónica
con el cello a cuestas.
Y de vuelta.
Con el cello a cuestas.
Me raspaba el hombro pero me gustaba más
prefería ser dueña del instrumento y del camino.
Imaginarme siéndolo.

Al esperar los carritos por puesto
las pequeñas camionetas sin estación fija ni horario
de las que bajas pidiendo en voz muy alta:
me deja donde pueda, señor,
donde pueda,
me preocupaban dos cosas
que un pasajero descuidado
se apoyara en las cuerdas
y las desafinara.
Que se golpeara la clavija.

Caminaba la ciudad con mi casa a cuestas.

3

Caracas es el Aula Magna los domingos a las once
su acústica impecable y sus asientos de madera
el techo de Calder.
El pasillo de la Universidad Central
aulas y librerías entre jardines
un ejercicio de matemáticas medio borrado
silencio seco, tiza percusión.

A esa hora dos hombres secuestran a una mujer
para robarle un auto. Amenazan dejarla
fría, pose indecorosa
en dirección Caracas-Guarenas.
No voltees, no me mires o te quiebro.
Pueriles
y calzados
preguntan
¿me viste?
¿tú me viste?

Respondo
no.

Los hombres se preocupan
por el vector del ojo secuestrado
como si olerlos no bastara.
¡Es mi hora animal, los veo con la piel!, quiero gritar
reírme de mi misma
del ancla que encuentro en la esquina de la alfombra

Cuando yo no esté
¿quién limpiará esta mancha?

En mi auto los hombres dicen quebrar para decir asesinar.
Ignoran que estoy quebrada ya
rompen el tiempo
inciden calzados con cilindro hueco
frío como la cloaca en la autopista
donde dicen llevarme a morir.
Si miras te quiebro.

Quién limpiará esta mancha me pregunto
sintiendo temblar el hierro
dudar la mano de la que cuelgo
más calmada de lo que pensaba estaría
cuando me pasara algo así.
Es cuestión de burocracia
o de paciencia
en mi país a todos nos toca

la pregunta es cuándo.

Sin vigilancia en la Universidad
de pasillos solitarios
me dejan viva un domingo a las dos.
Frente al teatro imagino cediendo la puerta pesada
reclinarme en la butaca
bajo el Calder flotante.
No sé si duermo.

Afuera el sol, el pizarrón con ejercicio de matemáticas inconcluso,
el cigarrillo que pido porque
el día en que sobrevives a la miseria
que ahora
de cierta manera
te integra,
es un buen día para fumar.

Poética violenta
forma de afecto entre dos cuerpos
en guerra librada
sin ver.
Quebrada pero viva.

 

 

Presentamos dos poemas de la poeta venezolana Keila Vall de la Ville. El primero de ellos, titulado «Grafito», es inédito. El segundo poema «Quebrada pero viva» pertenece a su libro Viaje legado, de pronta aparición. El header fue diseñado por Samoel González Montaño, a partir de una obra  del artista visual Gego (detalle de la obre «Proyecto Laussane (Maqueta)» de la Colección Patricia Phelps de Cisneros)