Leer la poesía de Luis Moreno Villamediana es adentrarse a un territorio donde se pierden las certidumbres. Quienes han seguido la producción de este autor pueden dar fe de esta inicial sentencia también entendida como un modo de interrogar creencias vinculadas al ámbito creativo de la escritura. A lo largo de la propuesta de Moreno Villamediana se ha mantenido una peculiar fuerza desestabilizadora vertebrada como una gran interrogante al lenguaje, o sea, como forma de cuestionamiento del mundo: su orden, su jerarquía, sus instituciones que limitan la palabra. No estamos ante un logro ocasional sino frente a un decir consistente (y consciente) que se ha sostenido y reforzado en cada entrega que el poeta nos da. Otono (sic) (Ediciones «Letra Muerta», 2017) no es la excepción sino la confirmación de una virtud, el triunfo de nuevas posibilidades en el campo poético.

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Fotografías del proceso de producción de Otono (sic), tomadas por Faride Mereb

Otono (sic) como título es una aclaración, un aviso de la dinámica que se desarrollará en los textos en una parte copiados y mayormente tensionados. Frase suspendida entre dos lenguas, inestable, ambigua, punto de inicio que pone en juego la composición de palabras y frases más bien quebrando la urgencia comunicativa. Ya desde las primeras líneas se dibuja un territorio de escritura más bien accidentado y despojado de la identidad estereotipada. El «yo» de estos textos está suspendido, a saber, se confunde con el objeto que mira y nombra, volviendo la voz que dice más que informativa y descriptiva, reflexiva, dubitativa y dialogante. Un «yo» que se desdobla negando la escritura como espejo posible, pero abriéndola a una geometría sin afuera ni adentro. Son textos que atraviesan «lo real», van y vienen, que desordenan una lógica ligada a los que no salen de sí.

Ese desvanecimiento del yo-en-otros encuentra en la repetición un camino fértil para su multiplicación, recordando propuestas como las de Leónidas Lamborghini (Circus, 1986) o la de Mario Montalbetti (Fin desierto, 1995). Curiosa genealogía latinoamericana de la que M.V. es más que un escritor émulo de sus hermanos mayores, presentándose como un consanguíneo lector activo que pone a los textos ajenos a trabajar a favor de sus intenciones. En el poema «Porque, extranjero» hay un guiño a Montalbetti «porque soy extranjero ni un jumento poseo, / ni un caballo de paso / ni un caballo de paso peruano sin cuartetas» y a su propia producción previa «porque extranjero soy / y advenedizo» (En defensa del desgaste, 2008). Es la repetición como estructura del ritmo y la reiteración como posibilidad de construcción del lenguaje, de permutación y combinación, acaso un ejemplo de aquella idea de Arnold Schönberg: «La variación es una forma, un caso límite de repetición».

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Pero las pistas de lectura son más largas y ricas: los epígrafes transcritos en su idioma original acusan un posterior estadio entre lenguas, los títulos de los poemas mayormente en otros idiomas contribuyen con esta atmósfera de una arquitectura textual levantada por momentos con una intertextualidad que complejiza una posible traducción. Hay citas y líneas en inglés, portugués e italiano desperdigadas en distintos momentos del libro junto a un considerable puñado de autores referenciales disímiles como Petro Pietri, Mark Strand, Ezra Pound o Samuel Villegas, entre tantos otros. El poema es un montaje, la escritura un eco de la lectura fragmentaria, arbitraria, sujeta a mixturas incalculables, el poema bajo ese método es una dislocación de la sintaxis capaz de opacar el signo y estimular la indagación entrelíneas del sentido. Dentro del poema «L´ étranger à Villa dei Pini en autome (sic)», en una cita de Mark Ford sobre «Nouvelles impressions d`Afrique» del escritor francés Raymond Roussel, también se puede leer la simpatía de M.V. por esa idea de la escritura como procedimiento, o sea, como parte de la naturaleza activa que saca la literatura de lo previsible a tal punto que el mismo poeta se pregunta: «¿quién se atreverá a llevar al español esa cosa monstruosa?».

M.V. es un lector entendido y cómplice demostrando nuevamente que un poema es una composición y un espacio verbal que escapa a la tiranía de los hechos. Puede que tenga momentos de entusiasmo documental al presentar una escritura prosaica bajo el modo de diario que recuerda parte de La novela luminosa de Mario Levrero pero no se conforma como copista de lo evidente. Su experimento poético es convalidado por la experiencia de convivir en una residencia para artistas en Italia, subrayando su condición de extranjero. Extranjería reflejada en el lenguaje de este libro que no tiene un asidero geográfico único señalando no solo un episodio en el camino del autor sino, quizás, suscribiendo una afección existencial más bien estable, al residir en una Venezuela cuyas ruinas patrocinadas por el gobierno de turno la han vuelto una tierra otra, rara, irreconocible. Pero ser foráneo en cualquier suelo también puede ser una condición favorable a la luz de las grandes obras poéticas, aquellas que fueron escritas como en una lengua extranjera.

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Luis Moreno Villamediana (Maracaibo, 1966). Poeta, ensayista y narrador. Licenciado en Letras por la Universidad del Zulia. Realizó estudios doctorales de Literatura Comparada en Louisiana State University (Estados Unidos). Ha publicado Cantares digestos (1996), Manual para los días críticos (2001), En defensa del desgaste (2008), Eme sin tilde (2009), Laphrase (2012) y El edificio fantasma (2015). Ha recibido importantes galardones: el Premio de Poesía de la Bienal José Rafael Pocaterra (1992), el Premio Internacional de Poesía Pérez Bonalde (1997), el Premio de Poesía Eugenio Montejo (2011), el Premio Nacional de Cuentos Guillermo Meneses (2011), el I Premio de los Libreros al Libro del Año, mención poesía (2013), el Premio de Literatura Infantil Internacional Sor Juana Inés de la Cruz en México (2015) y el Premio Anual de Cuento Salvador Garmendia (2016).

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Jairo Rojas Rojas (Mérida, 1980). Poeta. Historiador del Arte por la Universidad de los Andes. Ha publicado cuatro poemarios: La rendija de la puerta, ganador de la IV Bienal de Literatura Ramón Palomares (2011); La O azul, premiado en el III Concurso Nacional de Poesía de Venezuela (2012); Casa para la sospecha, ganador de la XIX Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre, mención poesía (2013); y Los plegamientos del agua, merecedor de la XX edición del Premio de Poesía Fernando Paz Castillo. Actualmente reside en Montevideo, donde realiza estudios de posgrado en Literatura Latinoamericana.

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Desde Montevideo, Uruguay, el poeta Jairo Rojas Rojas envía la reseña titulada «La nueva estación del año», sobre el más reciente libro de Luis Moreno Villamediana, Otono (sic), publicado por Ediciones «Letra Muerta». La revisión del texto estuvo a cargo de Néstor Mendoza y Graciela Yáñez Vicentini. La cabecera fue diseñada por Faride Mereb, a partir de un retrato de Andrea Fernanda Mora.