Quieto de Víctor Manuel Pinto: una frágil quietud, miles de distorsiones

Perdí esta vida jugando a vivir con / la muerte.  TeófiloTortolero

La vuelta a la raíz, es la “quietud”. / Silencio se llama “retornar a la propia / naturaleza”. Lao-Tsé: XVI


Una lectura del poemario Quieto (2014), de Víctor Manuel Pinto, nos confiere una revisión y ubicación que no puede ser esquiva dentro de la poesía emergente venezolana. Su propuesta estética reciente se moviliza hacia una periferia escritural en la que se acentúa una voz violenta y a la vez afable de fondo, que en este caso no es una contradicción, sino una singularidad que ha caracterizado su oficio recabado en poemarios anteriores: Aldabadas (2005), Mecánica (2006), Caravana (2010) y Voluntad para no matar (2011).

Víctor Manuel Pinto. Foto- Francisco Delgado Bravo
Fotografía: F. Delgado.

El recorrido de estos poemarios muestra la impronta de un agudo proceso escritural acompañada de una mirada fijada en las circunstancias vitales de cada poemario. Ambos aspectos, desde esta óptica, coexisten en un trabajo constante detrás de estos discursos poéticos de cómo hacer dúctil el lenguaje, que para el poeta a lo largo de su oficio con la palabra, ha sido una interrogante, un traslado, un compromiso y una manera de orfandad ante el objeto estético comunicante (sus poemas).

Quieto, inmoviliza de inmediato con tan solo expresar su título, aun sin conocer el significado, pero no determina en sí mismo un estado de tranquilidad al leerlo u oírlo pareciera que condujera a un imperativo, compromiso o necesidad que proyecta la palabra, y que al mismo tiempo, revela al lector una atmósfera de un vigilar constante, que lo confirmaría en la lectura detenida del poemario. Este estado de alerta es un llamado a la revisión de las intencionalidades y distorsiones de nuestras expresiones humanas, actitudes, lenguaje, miradas, interrogantes; y al mismo tiempo, la atención ante algo que se concibe como resultado de diversos procesos que anteceden al poema, el lenguaje de Quieto, puede traducirse en: buscarse / afirmarse / desmembrarse / afinarse / ante lo caótico y el ruido que circundan, laceran y pesan en nuestras mentes.

Aspectos que dentro de este poemario se convierten en una preocupación constante, agónica y ontológica en una época en que lo virtual, lo audiovisual, el dinero, la publicidad, las imágenes, las adicciones, los artilugios, el poder, las armas y demás contingencias actuales se acentúan con mayor presencia en este mundo globalizado; haciendo de estos elementos nombrados parte de la cotidianidad sin discernimiento alguno, constituyéndose peligrosamente, en una especie de neo-vasallaje o posmo-vasallaje que prolonga poco a poco la d-espiritualización del hombre contemporáneo.

En este sentido, el poeta y su escritura no escapan a estas circunstancias, por el contrario,  el momento histórico lo obliga a convivir y superar lo que esclaviza. El lenguaje poético está ahí para mover algo dentro de nosotros ante la desconexión espiritual que presentamos. En Quieto, existe un tono denunciante. Una rebelión contra el poder invisible que dialoga con el hombre a cada instante y lo hace perder una oportunidad de estar consigo mismo, libre. Por lo tanto, el camino hacia esa libertad implica observar. A la entrada del poemario se visualiza la señal de “arriba”, llámese corporal, mental, deseos, movimientos, vinculaciones. En la prosa de GPS, se manifiesta este destello fotográfico de afirmaciones que ocurren en materialidad mental:

 

arriba: sexo, sexo, sexo, acabamos afuera  apenas empieza el día entre la lógica disposición de las calles, arriba: la lógica nos hace subir, nos obliga a bajar, entre la masa de personas que nos tropiezan, arriba: siempre y sólo Yo que están tan solo, los demás nada saben (Yo, sé) arrastran, (Yo, sé) violan, (Yo, sé) mienten, (Yo sé) matan, (Yo sé) escupen, (Yo, sé) castigan, (Yo, sé) masturban, (Yo sé) desean, (Yo sé) asustan, (Yo sé) calculan: oral, vaginal y posiciones, (Yo, yo, yo) (…) encima de los hombros: todo viene de arriba. (p.16)

 

El anterior fragmento de texto imprime una secuencia de imágenes, que reúnen un conjunto de voces que ayudan al lector, como una bitácora de viaje a pisar y confirmar con cada una de estas voces, sus vinculaciones con los textos contenidos en el poemario que gravitan en la observación, el diálogo y la relación del poeta con su entorno. Este último aspecto se incorpora en el libro por el uso estético de palabras provenientes de la oralidad urbana y subculturas marginadas[1]venezolanas (tierrúo, barriada, cocaína, crack, quieto), y como ellas se ajustan al lenguaje de Quieto. Otro registro de la oralidad e imaginario social, es la palabra tiroteo, la misma interviene en la estética Quieto, en el poema a continuación:

 

El cuerpo:

Las cosquillas en las piernas nos tumban boca abajo.

En el centro del tronco la vibración

muscular de la sangre cambia

de vapor a humedad la temperatura de la piel.

 

(…)

El pensamiento:

Es la mente

que iguala un tiro a una fotografía.

Es la mente

que iguala a un tiro a un golpe duro en una lata.

 

Es el pensamiento a pesar de nosotros

Que nunca sentimos su arrastre y nos revela:

 

  • Lavando sangre de la calle
  • Golpeando a un hombre de la boca
  • Recogiendo al amigo / hablándole a su fotografía

 

La emoción:

Una parte se limpia y agradece…

otra maldice y se ensucia con la tierra

de la santidad del campo.

(p.31)

 

 

El tiroteo asociado a lo fotográfico coincide con un asunto cinematográfico percibido en este poema. Tres partes aisladas, cada una ofreciendo rasgos de alguien fragmentado con una sensibilidad dormida al final en estos versos. Sin embargo el planteamiento formal es la utilización de recursos de cine para situar el comportamiento de una zona corporal, luego la otra, la resolución del poema la ruptura o unión con algo sagrado[2]. En el poema Esfuerzo coexisten pistas de este llamado interior.

 

Escucharé mi voz desde abajo.

Con la oscilación sobre ella de una mirada

que surge en lo turbio a la quietud.

(…)

El hombre danza de tantas formas

Y no escucha la amargura

que recubre la lengua en la ira

el tartamudeo en la garganta

cuando sin juicio obedece a lo duro en su entrepierna.

(…)

apenas el volumen

escuchar mi propio volumen

 

mientras abro los ojos.

(p.68)

 

Detrás de esta apariencia de gimnasia espiritual mostrado en el poema, la oración se convierte en otra cosa, no es repetir palabras, sino regodearse de lo único que puede materializarse en el cuerpo. Volumen, voz y escuchar conducen a: esta atención diferente hacia lo físico. Al final del poemario se muestran ciertos discursos que pueden leerse como Ars poética interesantes no para tratar de comprender el libro, sino para situar al lector que desea escribir “poemas”. Son ejercicios escriturales a modo de conversación que nutre esa onda cautelosa que debe tener el joven poeta que se acerca a la escritura.

Lineamientos que no comparten un tono de desprestigio o pedantería eclipsado por un sabio experimentado de poesía, por el contrario, son consejos que sirven de herramientas para colocarnos a todo los que llevamos el oficio de la palabra a dudar de lo que escribimos, de lo que creemos, de lo que pensamos, de lo que nos imaginamos, inclusive de lo que creemos que es poético. Tampoco es para desestimular la escritura, sino llevarnos a observar los artificios que el ego del poeta suministra, oscureciendo al hombre que está dormido ante el bombardeo mediático sin contenido desplegado en la sociedad: “¿por qué y para qué escribo? ¿Al servicio de qué (quién) y para qué trabajo con la escritura?” (p.86). Víctimas somos todos al no llevar este tipo de interrogantes, sin embargo, la poesía no ha dejado de ser una vía de conocimiento hacia el misterio cuando se está Quieto.

 

PDF CON ENSAYO COMPLETO

[1] Véase en el archivo pdf  adjunto a la reseña, el ensayo completo con estos ejes temáticos citados del poemario.

[2] Este aspecto que se extrae de la lectura del poemario, se visualiza en citas que aparecen en el ensayo vinculado en formato pdf.

 


 

Robert Rincón (Valencia, Venezuela, 1985) Poeta, músico y Licenciado en Educación Mención Lengua y Literatura por la Universidad de Carabobo, con Maestría en Literatura Latinoamericana por la UPEL. Forma parte de la redacción de la revista Poesía editada por el Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC. Ha publicado el poemario Mercaderes (2010) y en el 2014 fue merecedor del V Premio Nacional Universitario de LiteraturaAlfredo Armas Alfonzo, en el género poesía, con su libro Emaús y el vientre de arena.

Víctor Manuel Pinto (Naguanagua, Venezuela, 1982). Poeta, editor y profesor universitario. Jefe del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, donde dirige la revista Poesía, imparte talleres de teoría y creación poética, y es Coordinador del Encuentro InternacionalPoesía Universidad de Carabobo. Ha publicado los libros: Aldabadas (Editorial El Perro y la Rana, 2004, Premio Certamen Mayor de las Artes y las Letras del CONAC), Mecánica (Universidad de Carabobo, 2007, Premio Internacional de Poesía Ciudad de Valencia), Aprendiz de la Carne (Premio I Bienal de Poesía Eduardo Sifontes, 2007, aun inédito), Caravana (Universidad de Carabobo, 2010), Voluntad para no matar (Ediciones ICUM, 2011), Poemas reunidos 2005 – 2011 (Monte Ávila Editores, 2012), y Quieto (Kavrial Editores Independientes, 2014). Ha obtenidos varios premios nacionales e internacionales por su trabajo poético. Poemas suyos han sido traducidos al árabe, alemán, inglés, portugués, e italiano. Aparece en las siguientes antologías: Amanecieron de Bala(Editorial El Perro y la Rana (2007), Antología de poesía joven Venezolana (Liu Printing Press, Lebanon International University, 2009) y Resistencia en la Tierra (Editorial Ocean sur, Chile, 2014).