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Yolanda junto a dos de sus hermanos

Yolanda Pantin desde el inicio de su obra  ha narrado la historia de su familia para cumplir con el mandato de su abuela, quien la eligió para que hablara por sus muertos. Con Casa o lobo (1981) funda una poética del país íntimo. En los poemas de este libro nos muestra el dolor de un pasado que se cae a pedazos como el adobe de la casa vieja y el olvido de la gloria de los caballos que criaban, como la leyenda del triunfador Gradisco.

El vínculo con la madre además de sangre es de tierra: «Respiro por ti, por lo nuestro, por eso que dibujas y me pides que escriba y yo escribo casa o lobo pequeño hijo, tomados de las manos, de tu mano, a la clara estadía». La casa, la patria, donde nacen y se crían los hijos, además de refugio también es paraíso perdido donde todos soñamos con volver: «Te cubres de nervio. Pones lajas, haciéndonos de nuevo en el soplo (…) Cálcanos de tierra, de este molde. Tapia y adobe a no ceder».

Pantin, aunque rompe la continuidad de su país íntimo con su segundo libro Correo del corazón (1985), salda parte de su deuda en La canción fría (1989), puntualmente en la unidad «El país dormido»; allí nos habla sobre el terruño de sus antepasados y de sus recuerdos de infancia: «Sé que el país/que ha sido mío/dejará de serlo//para entonces/estaré muerta//y el país dormido/helado en mis sueños//dormirá conmigo el sueño eterno». Y así pasan los años y la historia familiar permanece en su memoria, en pausa, aguardando mejores tiempos para ser contada, mientras publica: El cielo de París (1989), Poemas del escritor (1989), Los bajos sentimientos (1993) y La quietud (1998); aquí me detengo porque en los versos de «Somebody Loves You in Turmero (Gottfried Benn)» recibe de nuevo el mandato de sus muertos que le exigen que cumpla lo prometido, contar toda su heredad, sus pasos por Turmero: «Una madre reprendía al mayor de sus hijos. ¡Phillippe!, le decía. Yo escuchaba el mandato de la madre venido de otros cielos. Entonces recordé lo que había olvidado. Lo que no podía recordar (…)».

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La madre, Yolanda y una tía

En El hueso pélvico (2002), nombrado de esta forma por la estatua de María Lionza de Alenjandro Colina, Yolanda Pantin deja por un momento al país íntimo y escribe sobre el país de civiles que marchan en las calles para manifestar su descontento. De esta manera, la poesía le permite dar un testimonio sobre un momento político en Venezuela: «Vamos los sobrevivientes/junto con la marea,/vamos por las carreteras/atascados/en un tráfago de almas»; «Hacia el balcón del pueblo/van los ciegos//por el desfiladero».

Ese mismo año 2002 publica Poemas huérfanos y Épica del padre, en este segundo cose con hilos finos los fragmentos de su vida, la fascinación que este siente por las orquídeas: «Los niños no entrábamos al orquidario; estaba prohibido. Pero veíamos a papá manipulando los frascos de gelatina donde crecían los híbridos (…)»; «Perdió todo mi padre, salvo las orquídeas, a las que amaba». Poemas donde están los niños que crecen en la «Casa pequeña» junto a los potrillos y los fantasmas de un tiempo de haciendas en Paya, Turmero.

Con la obra País (2007), cumple el mandato de seguir narrando la historia de su familia. En el primer poema «Beauséjour» cuenta en francés y español la llegada de sus ancestros a Martinica (Martinique), sus pasos por Trinidad y Tobago (Puerto España) y el recuerdo en forma de jardín que permanece en el Valle de Turmero junto a sus padres.

Consciente de su «Herencia», quiere ser fiel a la memoria de los suyos, a los fantasmas, los mismos que se recostaban en su cama de niña y a los que perseguía hasta el patio: «Pertenezco/a este pedazo de tierra./Reconozco como míos el aire/que fue de mi infancia / los relatos de mis padres/jóvenes y eternos/cuanto su vista levantó/de estos valles (…) Le he sido fiel a su memoria/a cuanto sus ojos recuerdan/de aquel cielo (…)». Y «El mandato» de su abuela que venía de otros cielos (como aparece en el «Somebody Loves You in Turmero (Gottfried Been)») se hace claro y firme y nos dice cómo empezó todo su país: «Mientras registraba en el escaparate,/escuchaba el mandato. Estaba/dentro de las cajas, en esas cosas/que los viejos guardan (…) //Tú me escogiste para hablar por / nuestros muertos (…)».

Cuatro años después, aparece 21 Caballos (2011) y deja pasar los versos de su historia, para luego retomarlos en Bellas ficciones (2016) y abrir un «Pórtico» que nos habla del presente, de sus padres, de sus hermanos, hijos, tíos, nietos y de la respuesta, o  más bien pregunta, al mandato, que se cierra en el poema «Obediencia»: «¿Por qué nos empeñamos/cada día/en ir contra nosotras/remontando/la corriente de un río/de caudal furioso?». Para acercarnos a una letanía de «Arraigo» que le rinde tributo a sus muertos: «País mi casa /País mi sitio/País mi cuarto/País la luz/País mi infancia/País sendero/País cerritos/País el cielo (…) País pensar/País mis muertos/En un altar».

Pero hasta aquí no llega su País, aún nos falta leer Lo que hace el tiempo, obra ganadora del Premio Casa de América de Poesía (2017) de España, que publicará la Editorial Visor Libros.

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Junto a sus hermanos y padres

 

 

POEMAS DE YOLANDA PANTIN

 

S/T

Aparecen ellos de tanto siglo en las espaldas. Se recuestan en mi cama. Se siente en el aire de la casa un vaivén de hamaca desaparecida. Uno persigue de la sala hasta el patio el eco de la risa, el rebote en las paredes, las ganas contenidas de abrazarlos e hincárseles de rodillas, tan señores.

[de Casa o lobo, 1981]

 

LA PATRIA CHICA

La patria es suave
y chica

siete calles principales

buses de la línea
estruendosamente

llamadla Turmero

Hay centro y barajitas

recuerdos
que sólo atañen a los muertos

una carreta de heno
un hombre llamado
Magdaleno

Los pueblos
como los ríos
son plenas y fugaces

estrellas

[de La canción fría, 1989]

 

SOMEBODY LOVES YOU IN TURMERO
(GOTTFRIED BENN)

La desdicha del amante es el engaño de lo que vive en el amor
como una ilusión de presente, cuando todo es pasado

Tomo un mapa y marco un ciego itinerario. Ayer caminé a lo
largo de la avenida Georges Mandel hasta el bosque de Boloña.
En esa ocasión quise creer que el placer se elige, como el sufrimiento.

*

Miré la fuente y sobre la terraza, la mancha de pálida luz.
Sentada en un banco, oí la voz de una mujer. Una madre
reprendía al mayor de sus hijos. ¡Philippe!, le decía. Yo
escuchaba el mandato de la madre venido de otros cielos.
Entonces recordé lo que había olvidado. Lo que no podía
recordar, porque no tenía rostro, ni tiempo, solo la huella de lo
que ha muerto en nosotros, pero está profundamente vivo. No
del amor se enamora el amante, ni de nadie, sino de la nostalgia
del amor,

Usted tiene que obedecerme, le dijo la madre al niño.

Yo miraba todo y sentía
la herida sobre el labio que ahora sangra.

[de La quietud, 1998]

 

VII

Patria
son olores de la infancia,

un cierto grado
de la luz,

enero,
en la remembranza.

Es una soñolencia,
certificación que trae

lo estrictamente subjetivo,
lo personal.

Hasta la casa.

Patria
es tu presente oscuro,

lo trivial que también
te constituye.

Estas serán
tus banderas.

Casa
es tu respiración,

el arqueo acompasado
de tu pecho

sobre tu vencimiento.

 

No defiendas nada.
Quédate con tus palabras
en tu boca.

Que no sea nada
lo que has dicho o pensado
alguna vez. Todo
lo que a tus manos llegue,

aun lo que es contrario
a tus ideas y a tus obras.

Recíbelo como dádiva
de tus empleadores.

Pero nos quieren ver
con las banderas.

Hacia el balcón del pueblo
van los ciegos

por el desfiladero.

[de El hueso pélvico, 2002]

 

HERENCIA

I

Pertenezco
a este pedazo de la tierra.

Reconozco como míos
el aire

que fue de mi infancia,

los relatos de mis padres
jóvenes y eternos,

cuanto su vista levantó
de estos valles

donde abreva el deseo.

II

Yo soy aquella en la fotografía,
de pie,

entre el miedo y el deslumbramiento.

Le he sido fiel a su memoria
a cuanto sus ojos recuerdan
de aquel cielo,

al lomo
de los caballos relucientes.

Pero vuelve el recuerdo
de aquella ocasión en que quise sustraerme,

y no hallé lugar que me reguardara
de mis despóticos fantasmas coloniales.

Así me hundo en esa putrefacción cálida,
Mientras manos que son de nadie me arrancan de cuerpo.

[de País, 2007]

 

OBEDIENCIA

¿Por qué nos empeñamos
cada día
en ir contra nosotras
remontando
la corriente de un río
de caudal furioso?

¿Por qué nos atan
sus relatos en la tarde,
cuando llueve, sobre todo,
con un dejo de tristeza,
y nos quedamos pensando,

será cierto…?

[de Bellas ficciones, 2016]

 

 

Yolanda Pantin (1954). Poeta, dramaturga, ensayista, autora de libros infantiles y editora. Cursó estudios de Letras en la Universidad Católica Andrés Bello. Cofundadora del grupo literario Tráfico en 1981 y de la editorial de poesía Pequeña Venecia en 1991. En 1989 recibió el Premio Fundarte de Poesía. Ha sido becaria de la Fundación Rockefeller y de la Fundación Guggenheim. Su obra poética comprende los libros Casa o lobo (1981), Correo del corazón (1985), La canción fría (1989), Poemas del escritor (1989), El cielo de París (1989), Los bajos sentimientos (1993), La quietud (1998), La épica del padre (2002), Poemas huérfanos (2002), El hueso pélvico (2002), País (2007), 21 caballos (2011) y Bellas ficciones (2016). En el 2014, la editorial española Pre-Textos publicó País. Poesía reunida (1981-2011). Junto a Ana Teresa Torres, es coautora del libro El hilo de la voz. Antología crítica de escritoras venezolanas del siglo XX (2003), uno de los más importantes estudios que sobre literatura femenina se ha hecho en Venezuela.

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Diosce Martínez (Valencia, 1988). Periodista, promotora cultural e investigadora. Comunicadora social egresada de la Universidad Arturo Michelena. Cursó estudios de Lengua y Literatura en la Universidad de Carabobo. Fundadora de la página web Poesía Venezolana. Junto a Néstor Mendoza, compiló la muestra de poesía venezolana «Tiempos grotescos» (revista Ritmo de la UNAM, 2016). Con sus textos, ha participado en recitales de poesía y ha publicado en suplementos culturales como «Verbigracia», de El Universal. Ejerce como periodista cultural y gerente de comunicaciones de nuestra editorial.

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El encabezado fue diseñado por Samoel González Montaño, a partir de retrato de Vasco Szinetar. Diosce Martínez realizó la selección y transcripción de los poemas. Graciela Yáñez Vicentini y Néstor Mendoza realizaron la revisión de los textos. La dirección fue de Faride Mereb.