Libros-Ida-y-Henriqueta-FG
Fotos de Freisy González

 

EL CRISTAL NERVIOSO

Es clara e inquieta.
Es clara e inquieta
y ahueco hoy las manos para brindarla.
Cuánta contienen mis manos
de esta dulce agua!
La cojo cuando ágil y naciente salta
—plena de fragancia, de frescor, de iris—
mojando el follaje de mis ansias.

Vértice de mi alma, en ti nace el agua.

Tomad cada uno prolongado sorbo,
los que váis sedientos de un cristal nervioso.

Impaciencia lucen mis manos delgadas,
vaso que palpita sintiéndose colmo.
Bebed, que se apagan las burbujas pronto
y será agua muerta
el agua bullente que en las manos porto.

El agua está viva. Tenéis sed de alma?

Bebed, que casi oigo
música, si acerco las manos al rostro.

El agua está viva, y es para vosotros,
los que váis sedientos de un cristal nervioso.

 

 NO DOY MI ALMA SIN VELOS

No doy mi alma sin velos a ojos enamorados,
ni fraternos, ni amigos, ni malintencionados.

No doy mi alma sin velos. No es miedo ni egoísmo.
No por soñarla estrella, no por temerla abismo.

No se muestra mi alma bajo gasas sutiles,
ni se esconde en vestimentas monjiles.

Oh, ingrávida y cumplida veste del alma mía!
Tela de un azul firme, sin calado ni estría,

sin bordado de plata, sin bordado de oro,
que envuelves con gracioso decoro,

mi alma te exalta porque la haces gustar
el gozo de que el mundo la quiera adivinar…

 

APRENDIZAJE

Nunca se vio mi alma en la perfecta
oscuridad. A veces la penumbra
—madrina de los sueños— fue con ella.
Fue con ella un instante
y, tras la débil sombra,
surgió la luz con galas nuevas.
Y sin embargo
cierra mi alma los ojos y tantea…

Ve apagarse los astros alrededor
y hace el aprendizaje al ver la sombra ajena.
Claro que hoy va risueña
tanteando en la sombra
porque es la falsa ciega.
Pero mañana, si viene la densa negrura
estable y cierta,
sabrá, ya sin sonrisa,
andar serena.

 

EL CAMINO SIN MUERTE 

Vienes por el camino que yo abrí en lo vago.
Camino alongado y sin paradas, pero lindo de veras,
rico de reflejos de astros dulces,
de frescura de piso,
y de un silencio vivo mejor que los rumores.

Vienes y yo te espero.
Yo te llamé sin voces y emprendiste la marcha.
Te llamé porque un día me gustó hondo tu mirada.

Andan con voluntad y sin prisa tus pasos;
ni yo te ahínco a andar ni tú rompes tu ritmo.
No calculas el tiempo de llegar a mi espera,
pero andas el camino sabiendo cómo es mío
y ennobleces la marcha cortando mi perfume.

Me conmueve el anhelo cálido de que llegues
y me voy retirando suave para esperarte…

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LLEGAS

Llegas. Tus ojos vienen firmes.
Gallardos, con las armas de los internos fuegos.
Yo quiero ser sencilla como el hilo sin perlas,
ágil como en la copa es la gota del borde.

Yo quiero ser sencilla, pero tú me complicas
alzándome a una estrella trémula e invisible.
Yo quiero ser sencilla. Y me colmo de quiebras,
y soy un laberinto y mi clave se pierde.

Quiero el ritmo sereno y mi inquietud florece.
Y la flor indecisa, con hojas asustadas,
desploma tu firmeza.

Y descanso en la fuga de tus ojos vencidos.
Y soy ligera y simple, como el hilo sin perlas;
ágil como la gota del borde.

 

EL LABRADO ENCANTO

Me decía dulces palabras con labios sonreídos,
pero me era hostil en el silencio.
Y le ordené a mi alma:
Labra, hasta que florezcan los callados momentos.

Miel de palabras en labios sonreídos
y guerra en el silencio.
Mi alma, laboriosa, esperaba…

Y un día,
tras decirme palabra fría,
abastó mi soñar de un silencio
que destilaba todas las dulzuras profundas.

 

SERÍA LA ADVENEDIZA   

Señor, no me des ya la dicha.
No sabría manejarla
y con ella iría cohibida
como una nueva rica.

Déjame ir tranquila,
sin las cosas, fútiles para otros,
que fueran tempestades en mi vida.

No me des nada…
Pero déjame intuirlo todo.
Deja sin aherrojar mi sentir,
deja que lo glose mi voz.

No me hagas nueva rica de la ventura.
Sería la advenediza sin elegancia.
Ya no sé aprender nada
y no quiero perder
mi gracia y mi aplomo de desheredada.

 

Estos poemas pertenecen a El cristal nervioso (Publicaciones de la Asociación Cultural Interamericana: Caracas, 1930), primer libro publicado de Enriqueta Arvelo Larriva (Barinitas, 1886 – Caracas, 1962). La selección, transcripción y revisión de los textos estuvieron a cargo de Graciela Yáñez Vicentini y Néstor Mendoza. El header fue realizado por María Betania Núñez, a partir de un retrato de archivo. Se  respetó el uso que Arvelo Larriva le ha dado a los signos de puntuación.