I

Cámara
de cristal
mi lágrima.
Y el mar.
Y alcoba pálida
mi sollozo.
Mundo de celofán.
Pecera de hondo
movimiento estelar.
Niebla de otoño.
Y algo más
que naufraga en mi llanto misterioso.

II

Silencio.
Cirio.
Cráneo
sobre Damasco rojo.
Viento
azotando el recinto
callado,
solo.

Lluvia: estertor de diamante,
metálico sollozo.
Alguien:
poeta melancólico
extiende un pergamino amarillento,
borroso.

Cuando se inclina, lívido, bebiendo
la fuente de la vida, sorbo a sorbo,
su cabeza es un cuervo
desmelado y lóbrego.

 

XII

Tu alcoba es una playa,
lo sé porque una vez subí contigo
a su ribera blanca
y vi resplandecer el sol marino
sobre una sola barca
donde me diste a conocer el ritmo
voluptuoso del agua.

Gaviota y pez hendieron el abismo
del caracol y el agua.
¿No recuerdas, amigo,
que desde entonces soy tu náufraga?

 

XIV

Recuerdo,
florecida en mi rama,
mi tronco movedizo en el invierno
con su fronda de plata
en el viento,
blanda y azul, como un fantasma.

Y recuerdo,
-¿no es amor la nostalgia?-
aquel sopor de hielo
sobre la alcoba pálida
donde un día, lo recuerdo,
la enardecida llama
ascendió por mi cuerpo
como una hoguera subterránea.

Capullos del incendio,
florescencia escarlata,
para mi fronda lívida de espectro
y mi tronco de nácar.

Me envolvió todo el fuego
a flor de carne y alma
y florecí de amor, en el silencio
pura, encendida acacia.

 

(Cámara de cristal, 1943)

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