ENTREVISTA IMAGINARIA A MARGUERITE DURAS
El río Mekong emerge como una lengua oscura cuyas aguas abren la gruta de una juventud pétrea, mítica como una estatua incólume que predice los dolores y placeres futuros que Marguerite Duras abrazará en la soledad de la escritura.
Los ojos de Marguerite están atrapados en la corriente del gran río. Sospecho que su corazón sigue el curso de su arrastre en silencio.
La Marguerite que tengo frente a mí es una Marguerite sin edad. Este es un instante de cenizas donde el tiempo se ha detenido para que la escritora juegue libremente con los tiempos verbales en medio de la devastación. Así que yo me dejo seducir por sus ¿imprecisiones? y anulo en mi cabeza toda pretensión cronológica.
—Mi madre, a veces, me dice que nunca, en toda mi vida, volveré a ver ríos tan hermosos como estos, tan grandes, tan salvajes, el Mekong y sus brazos que descienden hacia los océanos, esos terrenos de agua que van a desaparecer en las cavidades del océano. En la planicie hasta perderse de vista, esos ríos, fluyen deprisa, se derraman como si la tierra se inclinara.
¿Nunca te sentiste arrastrada por sus corrientes, por su desorden?
—Siempre tengo miedo, tengo miedo de que los cables cedan, de que seamos arrastrados hacia el mar. En la tremenda corriente contemplo el último instante de mi vida. La corriente es tan fuerte que lo arrastraría todo, incluso piedras, una catedral, una ciudad. Hay una tempestad que ruge en el interior de las aguas del río.
Es una tempestad que se parece al temblor de tu cuerpo. Intuyo que más de una vez te has sentido tentada por la devastación.
—Cuando me acostaba, me tapaba la cara. Tenía miedo de mí. No sé cómo, no sé por qué. Y por eso bebía alcohol antes de dormir. Para olvidarme, a mí (…). A veces estoy vacía durante mucho tiempo. Existo sin identidad. Esto da miedo en un primer momento… La felicidad es lo mismo que decir, un poco muerta, un poco ausente del lugar donde hablo.
Has dicho que tienes un rostro premonitorio
— Ese rostro del alcohol llegó antes que el alcohol. El alcohol lo confirmó… A los quince años tenía el rostro del placer y no conocía el placer.
¿El alcohol fue un escape?
—El alcohol no consuela, no amuebla los espacios psicológicos del individuo, solo sustituye la carencia de Dios. No consuela al hombre. Produce lo contrario, el alcohol conforta al hombre en su locura, lo transporta a las regiones soberanas donde es dueño de su destino. Ningún ser humano, ninguna mujer, ningún poema, ninguna música, ninguna literatura, ni ninguna pintura puede sustituir esta función del alcohol en el hombre, la ilusión de la creación capital. Está ahí para reemplazarla. Y lo hace en toda una parte del mundo que debería haber creído en Dios y ya no cree en él.
¿Son eternos los rostros?
—Mi madre mandaba a fotografiarnos cada año. Gustaba de mostrar las fotografías de sus hijos a los parientes. Los rostros se preparaban del mismo modo para afrontar la eternidad.
¿Y el de tu madre? ¿Cómo afrontabas el rostro de tu madre?
—La abandoné. Se acabó, ya no la recuerdo, por eso ahora escribo tan fácilmente sobre ella, tan largo, tan tendido, se ha convertido en escritura corriente.
¿Lo mismo ocurre con tus hermanos?
—Somos una familia pétrea, petrificada en una espesura sin acceso alguno. Cada día intentamos matarnos, matar. No solo no se habla sino que tampoco se mira. Estamos unidos en una vergüenza de principio por tener que vivir la vida. Ahí es dónde estamos en lo más profundo de nuestra historia común, la de ser los tres hijos de esta persona de buena fe, nuestra madre, a la que la sociedad ha asesinado. Pertenecemos a esa sociedad que ha reducido a mi madre a la desesperación.
Marguerite hace silencio, mira fijamente sus manos endurecidas, su cuerpo se convierte en un espasmo contenido, en una estatua milenaria. Le pregunto por su amante de Cholen. Alza la cabeza, tarda en responder.
—Es un hombre que tiene miedo, debe hacer mucho el amor para luchar contra el miedo. Le digo que me gusta la idea de que tenga muchas mujeres, de que yo esté entre esas mujeres, confundida.
Parece una historia triste
—Le pregunto si es normal estar tan tristes como estamos. Dice que es debido a que hemos hecho el amor durante el día, en el momento más álgido del calor.
Tus amantes yacen en tus manos como peces enceguecidos. Tu juego de seducción se parece a la espesura y a los sueños abismales del Mekong. Son tus ojos «venenosos», que asustaban e incomodaban a los amigos de tu madre, los que van tras la soga
—Podría engañarme, creer que soy hermosa como las mujereshermosas, como las mujeres miradas, porque realmente me miran mucho.Pero sé que no es cuestión de belleza sino de otra cosa, por ejemplo, de carácter. Parezco lo que quiero parecer, incluso hermosa si es eso lo que quieren que sea, hermosa, o bonita… Creer, además, que soy encantadora. En cuanto lo creo, se convierte en realidad para quienes me ven y desean que sea de una manera acorde con sus gustos, también lo sé. Así, puedo ser encantadora, a conciencia, incluso si estoy atormentada por la estocada de la muerte de mi hermano.
Has pasado tu vida escribiendo los sonidos del dolor
—Mi vida es una película doblada, mal montada, mal interpretada, mal ajustada, un error a fin de cuentas. Una novela policíaca sin matanzas, sin policía ni víctimas, sin tema alguno. Podría ser una verdadera película en estas condiciones; pero no, es falsa. A saber lo que haría falta para que fuese verdad. Que yo estuviese en un escenario sin decir nada, dejándome ver sin pensar en nada en especial. Eso es.
Aun si estuvieses en un escenario enmudecida, todo alrededor escribiría. Las palabras comenzarían a temblar en tu cuerpo hasta hacer erupciones inevitables en papeles
—Soy la escritora salvaje e inesperada. Hay una locura de escribir que existe en sí misma, una locura de escribir furiosa, pero no se está loco debido a esa locura de escribir. Al contrario.
Hablas del salvajismo en la escritura
—La escritura es salvaje. Se acerca a un salvajismo anterior a la vida. Y siempre lo reconocemos, es el de los bosques, tan antiguo como el tiempo. El del miedo a todo, distinto e inseparable de la vida misma. Uno se encarniza. No se puede escribir sin la fuerza del cuerpo. Para abordar la escritura hay que ser más fuerte que lo que se escribe. Es algo curioso, sí. No es solo la escritura, lo escrito, también los gritos de las bestias de la noche, los de todos, los vuestros y los míos, los de los perros. Es la vulgaridad masificada, desesperante, de la sociedad.
¿Qué precede a la escritura?
—Estar sola con el libro aún no escrito es estar aun en el primer sueño de la humanidad.
¿Te has arrepentido de alguno de tus libros?
—No creo a la gente que dice «He roto mi manuscrito, lo he tirado». No lo creo. O bien lo que estaba escrito no existía para los demás, o no era un libro. Y uno siempre sabe lo que no es un libro.
¿Y qué es un libro?
—Un libro es la noche, también la soledad del mundo entero.
☙
Marguerite Duras nació en la Indochina francesa en 1914 y murió en París en 1996. En 1932 se trasladó a París, donde estudió derecho, matemáticas y ciencias políticas. En 1943 publicó su primera obra, La impudicia, a la que seguirían más de veinte novelas, guiones cinematográficos y textos dramáticos. Entre ellos, Moderato cantabile, El vicecónsul, El arrebato de Lol V. Stein, Los ojos azules pelo negro, Emily L., Los caballitos de Tarquinia, El amor, Destruir, dice, El amante de la China del Norte y Un dique contra el Pacífico. Tras una profunda crisis, marcada por el alcoholismo, escribió tres obras maestras: El hombre sentado en el pasillo, El mal de la muerte y El amante, célebre novela que inspiró una película homónima de Jean-Jacques Annaud.
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Diana Moncada (Caracas, 1989). Poeta y periodista cultural. Autora del poemario Cuerpo crepuscular (2015), que resultó ganador en el Concurso de Autores Ineditos de Monte Ávila en el 2013. Prologuista de la recopilación de entrevistas literarias Al filo (2015), de Miyó Vestrini, segundo título de Ediciones «Letra Muerta». En 2016 ganó una mención en el I Concurso Nacional de Poesía Joven «Rafael Cadenas». Su trabajo periodístico ha sido publicado en diferentes medios de comunicación venezolanos. Administra el blog Pasajera en trance en la web colaborativa peruana La Mula. Actualmente reside en la ciudad de Lima.
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El encabezado fue diseñado por Samoel González Montaño. Esta es una entrevista imaginaria realizada por Diana Moncada. Las respuestas de Marguerite Duras son fragmentos extraídos de sus libros El amante, Escribir, La vida material y Esto es todo. Néstor Mendoza realizó la revisión del texto. La dirección fue de Faride Mereb.
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