«Tarde, mañana y a mediodía clamo por el ejercicio de pensar como piensan los justos». Así se nos presenta Aída Cartagena Portalatín [1918-1994], una de las escritoras dominicanas más influyentes y polifacéticas del siglo XX. Irreverente y comprometida, profesora universitaria y gerente cultural, escritora y museógrafa, «La Cartagena» —como se le conoce— impuso su presencia en el movimiento vanguardista dominicano y produjo una vasta obra lírica, que incluso ha sido traducida al inglés, francés y noruego. Si su predilección era la revelación del verso, también lo fue la divulgación, la investigación y la edición de estudios especializados en el área de la historia, la antropología y el arte caribeño. Este es el primero de una serie de homenajes que Letra Muerta realizará sobre los poetas más representativos de nuestro continente .
☙
ESTACIÓN EN LA TIERRA
I
No creo que yo esté aquí demás.
Aquí hace falta una mujer, y esa mujer soy yo.
No regreso hecha llanto. No quiero conciliarme
con los hechos extraños.
Antiguamente tuve la inútil velada de levantar las tejas
para aplaudir los párrafos de la experiencia ajena.
Antiguamente no había despertado.
No era necesario despertar.
Sin embargo, he despertado de espalda a tus discursos,
definitivamente de frente a la verídica, sencilla y clara
necesidad de ir a mi encuentro.
Ahora puedo negarte. Retirarte mi voto.
Y puedo escuchar y gritar conmigo
irremisiblemente viva,
porque viva es la voz de las verdades,
porque viva es la voz del luminoso
salón del casamiento del ángel con la estrella.
Ahora puedo negarte. Toda soy de ventanas,
limpia, libre y clara de frente al campanario
de los oficios de los vivos y de los muertos.
Y siento la necesidad de las cosas pequeñas,
de esas cosas pequeñas que no trepan
como si tuvieran medido el sitio,
sino que se esparcen como los árboles ardidos.
Con esa pequeñez me desplazo por tu arquitectura
de galería sin fin.
—siempre sin novedad, ni rosa, ni luna en su camino—
y llego al fondo donde te descubro
en esas generaciones de familias inmovilizadas
que terminan con la última viga anciana
cuando ya no hay otro dueño y el mueble está gastado.
II
Esa infeliz dignidad de la rutina
está en el término donde la tontería
tiene la voz de las caricias para llamar a las bestias
y no significa nada para la voz de mis verdades.
Pensarán que he llegado demasiado temprano,
acaso un poco tarde. Tal vez no hubiera
llegado a ningún otro tiempo
para reemplazar mi turno.
Pero no creo que yo esté aquí demás,
y además prefiero estar aquí ahora,
y desatarme a veces,
y recoger las negaciones
para volver con la resignación,
el grito y el paso de la muerte.
Esto es regresar al sitio
donde los árboles rechazan a los desconocidos
y se prolonga el conversar de algunas estaciones.
Esto es ser como los otros
y volver mi alma vecina
igual a las de los vecinos,
y perder el temor de atravesarme totalmente
con el recuerdo del libro del recuerdo.
III
Prudentemente he cerrado el camino
y he dicho: estoy en tiempo puro.
Un tiempo que en la vida ha perdido el sentido.
Un tiempo que revela que la naturaleza de las cosas
está al revés de su corteza
y el alimento consiste en el estímulo.
Estación de verdad que me incorpora
y rechaza el propósito de descubrir el Código
que sentencia la vida detrás de tu cortina.
DE LA AUSENCIA TUYA
Ausencia tuya nunca ha estado sola:
tu recuerdo es el pasaporte de mis viajes.
Si tu ausencia fuera la ausencia de los otros,
y te presintiera como estrella lejana, vacilante,
entonces, no sería tu ausencia la ausencia,
sería el dolor de la muerte.
Tu palabra fue más que una palabra
y te hice ídolo en mi templo en llamas,
donde estaremos hasta siempre… ¡La muerte!
Si tu ausencia no se hubiera eternizado,
como una luz o una sombra,
yo no estaría ausente.
En un continuo viaje iría hacia ti,
persiguiendo tu presencia.
UNA MUJER ESTÁ SOLA
Una mujer está sola. Sola con su estatura.
Con los ojos abiertos. Con los brazos abiertos.
Con el corazón abierto como un silencio ancho.
Espera en la desesperada y desesperante noche
sin perder la esperanza.
Piensa que está en el bajel almirante
con la luz más triste de la creación.
Ya izó velas y se dejó llevar por el viento del Norte
con la figura acelerada ante los ojos del amor.
Una mujer está sola. Sujetando con sus sueños sus sueños,
los sueños que le restan y todo el cielo de Antillas.
Seria y callada frente al mundo que es una piedra humana,
móvil, a la deriva, perdido el sentido
de la palabra propia, de su palabra inútil.
Una mujer está sola. Piensa que ahora todo es nada
y nadie dice nada de la fiesta o el luto
de la sangre que salta, de la sangre que corre,
de la sangre que gesta o muere en la muerte.
Nadie se adelanta ofreciéndole un traje
para vestir una voz que desnuda solloza deletreándose.
Una mujer está sola. Siente, y su verdad se ahoga
en pensamientos que traducen lo hermoso de la rosa,
de la estrella, del amor, del hombre y de Dios.
TARDE EN EL PARQUE
El parque, quejido de ramas vacías,
relámpago claro con guiones de sombra,
en la hiedra tiembla la gota su vuelta
al firmamento.
La risa de los niños en sueño.
El llanto de los niños está a flor de ojos.
¡Los pinos se han cansado de ser siempre altos!
¡El parque, refugio de recuerdos!
El viento
concierta encuentros…
Los que pasan olvidan que vuelven.
Exilio de la luz.
Sueño de la arboleda.
CÓMO LLORAR LA MUERTE DE UNA ROSA
De todos los hombres que están vivos, ¿quién sabe algo?. «Eclesiastés».
¿Cómo llorar la muerte de una rosa,
si los amaneceres han desdoblado el Mundo,
y en la hierba que tiembla cerca de los rosales
se han quedado las albas vueltas gotas de agua?
Sólo desde la tierra
tienen brillo de ámbar las estrellas.
A la tierra amarga vuelva
la lluvia del color de los rosales.
Sentir como los musgos se asen a las piedras:
¡hay un rencor en la brisa viajera!
Hombres no han llorado
porque caen los hombres.
¿Cómo llorar la muerte de una rosa?
REENCUENTRO DEL ALMA Y MI VIDA
Mi vida se llenó de sombras desde que nos separamos:
alma.
Al encontrarte de nuevo
mis ojos
se han quedado en ti para verte,
para verte más allá de donde llega la mirada
en los confines.
Mi vida se llenó de luces desde que no encontramos:
alma.
Y en ese infinito mundo, hecho para mí,
donde solamente llega mi pupila,
han reverdecido pámpanos tiernos.
EL SOBRE EL MUNDO
El sol cae sobre el mundo,
lámpara de Dios,
llama en ascuas.
Las nubes han virado su traje
y el carnaval del cielo es festín de fuego.
Hay almas que decaen como un atardecer
si la luz la sorprende…
El tiempo ha dejado la fuga de la luz;
la tarde se desviste para dormir su angustia.
☙
Aída Cartagena Portalatín. [Moca, 1918 – Santo Domingo, 1994]. Poeta, narradora, ensayista, dramaturga, crítica de arte y gestora cultural dominicana. Doctora en filosofía egresada de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Realizó estudios de posgrado en Museología y Teoría de las Artes Plásticas en París, Francia. Fue co-fundadora de Brigadas Dominicanas, Colección Baluarte y líder del movimiento literario «La poesía sorprendida», el cual irrumpe como resistencia contra la dictadura trujillista. En 1965 fue consejera de la UNESCO en París. Publicó los poemarios Víspera del sueño. [1944], Del sueño al mundo [1945], Mi mundo el mar [1953], Una mujer está sola [1955], La voz desatada [1962], La tierra escrita [1967], Yania tierra [1981], En la casa del tiempo [1984]. En el género ensayo publicó Danza, música e instrumentos de los indios de la Española [1974] y Culturas africanas: rebeldes sin causa. [1986], entre otros textos aplicados a la antropología e historia caribeña. También publicó las novelas Escalera para Electra [1970] y La tarde en que murió Estefanía [1983]. En el año 2000 se realizó durante tres días la Séptima Conferencia de la Association of Caribbean Women Writers and Scholars, en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Mayagüez, la cual rindió homenaje a su obra. En 2005 la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo estuvo dedicada a su figura. En 2008 los familiares cercanos donaron a la Biblioteca Nacional documentos a petición de la escritora.
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Los poemas fueron extraídos del libro Aída Cartagena Portalatín. De cuerpo entero, escrito por Odalís G. Pérez [Santo Domingo, UASD, 2007], adquirido en la librería La Trinitaria ubicada en la calle Arz Nouel 160 de la capital, tienda donde se resguardan los tesoros literarios más importantes del país. La transcripción de los textos y el montaje web fue de Carlos Alfredo Marín. La cabecera fue realizada por Samoel González Montaño a partir de la obra de Aybar [1947]; todas las fotografías fueron tomadas del portal dominicano «Acento». La dirección de Faride Mereb.
Excelente. Una buena recopilación de pasajes, mucho significado en ellos. Gracias por tomarse el tiempo en realizar esta publicación.
Alejandro. Nos complace mucho hacer estos especiales sobre nuestros poetas latinoamericanos. Nos gusta que tenga impacto positivo. Pendiente para el próximo. Gracias por comentar. ~