El libro  es una aproximación bastante tangible del cuestionamiento de estar en este lugar sin saber exactamente por qué.

 

En 1968 Robert Escarpit publica un increíble trabajo llamado La revolución del libro, antecedido por La sociología de la literatura, que ya deslumbraba el interés del autor por mostrar un panorama completo del hecho literario y la forma en cómo ha  ido mutando a través del tiempo, a través de lo que pareciera una línea de consecuencias inevitables. La revolución del libro empieza con el párrafo del cual este fanzine diseñado por Faride Mereb (El libro, un fenómeno complejo) se hizo dueño, es la primera liada de palabras que expresan una idea completa,  pero que no me atrevería a describir como definitiva porque sería contradecir la mutabilidad constante del libro y la ambigüedad dentro de sus definiciones, tal como lo plantea  Escarpit. El libro, como todo lo que está vivo, es indefinible; es el esparcimiento de la individualidad en lo colectivo y viceversa, una ruptura de la dualidad  para envolverse en lo universal, con todo lo que está  dividido y difuminado  pero que  siempre forma parte de  una sola cosa.

 

IMG_3263El libro es un fenómeno complejo desde  los primeros pergaminos hasta el inicio de la imprenta, porque guarda dentro de sí un espejo de lo que ha sido la  humanidad desde que nos podemos expresar, tiene dentro de su concepción todo lo que al  hombre se le ha hecho necesario exteriorizar, desde la información más elemental, pasando por el conocimiento procesado, hasta las necesidades y realidades metafísicas que comprenden la complejidad de la historia de los humanos.

 

Se pudiese decir que son las ideas lo realmente importante del libro, sin embargo, es la fusión de esta faceta con la fuerza de las herramientas técnicas, las que crean el objeto que imprime sobre sí todo el universo intelectual y se suma en la lucha para hacer posible la difusión, el pasarlo de mano a mano y  pregonar todo lo que la necesidad de comunicar requiriera. En este sentido, se me hace imposible no pensar que cuando Robert Escarpit publicó La revolución del libro y planteó el fenómeno de la difusión,  todavía faltaría un año para que en el 1969 se hiciera la primera conexión entre computadoras y empezara el rápido pero implacable camino de Internet, suceso que cambiaría indudablemente la forma en cómo se percibe la información. Es  como una segunda revolución, donde el libro tiene mucho que ver porque contribuye con información vital para tal desarrollo, pero al mismo tiempo está expuesto a ser mutilado por la digitalización ante todos los contenidos que sean indispensables de difundir; entre estos, todo lo que los libros de cualquier tipo guardan.

 

IMG_0550Pareciera una época romántica para el libro impreso, una necesidad más bien personal de tener el libro físico, en conjunto, por supuesto, con una maquinaria comercial que permita mantener una tradición viva.  No lo sé, habría que tomar nuevamente la palabra que usó Escarpit: indefinible.

Abrir un libro, ya sea digital o físico, es abrir el mundo entero, es encontrarse con la exclusión de la Edad Media y la integración intelectual y humanista del siglo XX con solo pasar una página o una hoja de archivo. Son infinidades de sucesos y planteamientos, concretos y oníricos, olores, sabores, frío, calor; cada libro es todo lo que el autor haya podido procesar del entorno y de sí mismo y haya decido escribir. Millares de aristas y miradas que permiten compararnos  y observarnos. El libro  es una aproximación bastante tangible del cuestionamiento de estar en este lugar sin saber exactamente por qué. El libro nace con el hombre y estoy dispuesto arriesgarme diciendo que también se irá de este entorno cuando ya no quede nada de los humanos. Incluso, si quedaran por allí ejemplares dispersos o computadoras con millones de archivos después de nuestra desaparición, sin nadie que los lea, sin ningún humano que los lea, simplemente no existirían; y eso en mi percepción, es una prueba fehaciente de que la dualidad también está totalmente rota entre el libro y el hombre.  Entonces, en ese momento que ya no estemos,  se transformará  el libro en todo el alimento que contribuyó a la expansión de la conciencia y esa será su forma de ser eterno, se llenará de todo lo que fue recogiendo a medida que le permitimos existir y él a nosotros y así vivirá  para siempre.