Entrevista a María Esther Gilio por Miyó Vestrini


María Esther Gilio es recordada como una de las entrevistadoras más hábiles de la prensa uruguaya gracias al respeto y originalidad con que abordó a grandes nombres como Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Mario Vargas Llosa,  José Saramago, Mario Benedetti, Augusto Roa Bastos,  Adolfo Bioy Casares, José Donoso, Fernando Vallejo y Noam Chomsky, entre muchos otros. Su nombre está asociado a uno de los géneros más complicados del periodismo: la entrevista; ratificándose en cada oportunidad  como una de las voces más importantes del periodismo latinoamericano.  


 

María Esther Gilio tiene un aire a lo Claire Bretecher que la hace aún más simpática y pícara. Es chispeante como sus entrevistas, rápida y segura en sus respuestas. En América Latina es considerada actualmente como la mejor entrevistadora y ¡por favor! que no le digan la Fallaci tropical.

Para los estudiantes de periodismo venezolano será la gran oportunidad de aprender lo mejor del género: María Esther Gilio dará un curso a partir del 7 de marzo en el Centro Rómulo Gallegos. No se vistió en especial para la entrevista: un sencillo, pero lindo sweater, pantalones blue-jeans y sandalias de tela. Se le había olvidado la cita y leía afanosamente un libro de Benedetti. La excusa de rigor, el café y un ambiente todo verde, lleno de plantas, espacios abiertos. Una casa donde se siente la presencia de gente viva y animosa. ¿Qué preguntarle a alguien que se gana la vida preguntando? Comenzó ella: ¿Y usted no anota? ¿Utiliza el grabador? Y se respondió a sí misma. Yo casi nunca grabo, tomo muchas notas antes. Un silencio, nada agresivo, fue el preludio de esta conversación, premeditada y alevosamente plagiada del estilo Gilio.

 

mgilio

 

Transmitir cosas vivas

¿Por qué no usa grabador?

Lo uso muy poco. Sólo cuando tengo algún temor o quiero guardarlo para tener la voz, como en el caso de Borges, a quien le hice una entrevista larga de dos días. También tengo cinta de Onetti, de Vargas Llosa.

¿Qué le hace decir que una entrevista es buena o mala?

Cuando transmito una cosa viva. Realmente, una entrevista es un pedazo de vida. Es un diálogo entre dos personas en el cual vos sentís que hay comunicación y que el entrevistado está dando algo que de alguna manera lo refleja. Algo que tiene que ver con su manera de ser, su carácter, con su modalidad para vivir una situación; en ese caso la situación de la entrevista. Me gusta bastante agarrar al entrevistado fuera de la entrevista: tomarlo en una relación de familia, o si es un profesor en relación con sus alumnos. ¿Vos estás grabando esto? 

Sí, yo siempre grabo para conservar la voz.

¡Qué maravilla! ¡Lo que es vivir en un país desarrollado! Deber tener cantidades de cinta. A mí siempre me falta ¿Qué le estaba diciendo? Ah, sí. Iba a contar algo que dijo Daniel Samper en Bogotá. Frank Sinatra no da entrevistas. Entonces, el periodista le siguió durante seis meses. A los cafés, a los espectáculos en que actuaba. Sinatra jamás le dirigió la palabra a él o él a Sinatra. Y parece que hizo un trabajo maravilloso. De repente es más importante eso, que haber hablado con él. Yo he hecho entrevistas así, como la de Levtushenko en un avión. No pude hablar mucho con él, pero logré describir muchas cosas relacionadas con él, la comida, algunos fragmentos de conversación.

 

Reglas para violarlas

Se dice que en América Latina ha instaurado un género diferente dentro de la entrevista.

Me lo dicen tanto, que de alguna manera al final me lo creo.

Hay algo que es diferente. Una manera de salir de la cosa periodística, para hacer algo más literario. Tratar de captar una situación, pero captarla como un escritor. El periodista no es que no puede hacerlo, pero se pone vallas. Está muy embretado en las cosas que le han enseñado. Cuando doy clases, les digo que las cosas que les enseño son para que las usen mientras aprenden a caminar. Después que las vayan tirando, que no se aten al «no» a la primera persona, a la falta de objetividad.

Lo que ocurre es que los periódicos tienen e imponen sus normas específicas.

¡Y cómo! ¿Me lo vas a decir a mí? A mí en «Clarín» me cortan mis entrevistas. Me hacen sufrir horriblemente. Mis entrevistas mejores son uruguayas y las de la revista «Crisis», porque realmente escribía como quería. Yo tenía una ayudante que era excelente persona. Pero nunca le pude hacer entender que lo de la primera persona, había que renunciar a ella, pero que no era una cosa formal. Tú puedes escribir toda una entrevista en primera persona, y no está la primera persona. Porque vos no sos la vedette de la entrevista. Realmente la vedette es el otro y estás al servicio del otro, aunque estés escribiendo en primera persona. Hacerlo, es lo que te permite relatar cosas de determinada manera que hará ver mejor el otro.

 

Es lo que hago mejor

¿No se ha convertido un poco en mito esa capacidad de entrevistadora? Pareciera que es lo único que sabe hacer…

Creo que es lo que hago mejor. Pero puedo hacer otras cosas. He hecho humor. Me cuesta bastante más balancear situaciones generales, abstraer. Como que poseo una mentalidad que se llama tradicionalmente femenina. Pienso que es algo cultural, lógico. Pero creo que tengo esa formación: un poco el temor de meterme en terrenos donde no esté con todos los hilos en la mano. Puedo hacer una crítica de cine o teatro, con toda solvencia y naturalidad en conversación con un amigo. Y si me dices que eso mismo lo escriba, no.

¿Le produce temor todavía hacer una entrevista?

Sí, me doy cuenta que me produce más temor hacer una entrevista que ser entrevistada.

¿Tiene un plan de acción previo?

Sí, sí. Siempre lo tengo.

Eso no es trasparente en sus entrevistas…Parecen más bien espontáneos y desordenadas.

Sí lo parecen. Pero soy como la trapecista que da vueltas en el trapecio: si no tengo la red abajo, me pondría muy nerviosa. Primero trato por lo general de entrevistar personas que conozco bastante. Cuando se trata de gente con antecedentes y tengo tiempo, dedico una semana a leer de nuevo, por ejemplo, a Vargas Llosa o García Márquez. Buscando afirmaciones que hayan hecho para volverles a preguntar sobre ellas. Pero después los hechos cambian, me olvido de las preguntas, de lo que he anotado  ̶ porque yo anoto, no soy como tú… ̶ . Y sigo la entrevista. Además repregunto mucho. Sobre lo que llevo anotado y lo que a mí se me ocurre. Pero de repente, el entrevistado me puede dar los caminos por donde yo puedo irme acercando a él. Porque si él hace una afirmación determinada, voy a buscar que él aclare por qué. Entonces, es claro que me está dando el pie para preguntar.

¿Qué le parecen las entrevistas de la Oriana Fallaci?

Son buenas entrevistas. A veces, ella tiene ciertas muletillas que no me gustan. Por ejemplo cuando entrevistó a Galtieri. Está muy bien la entrevista. Creo que no cambia las respuestas; pero creo que muy a menudo cambia las preguntas. Porque para mí, es imposible que al escuchar algunas de esas preguntas, Galtieri no la haya echado. Pienso que se la hizo mucho más suave y después impostó cierta agresividad. Yo no lo puedo asegurar, pero esa es mi sensación.

¿Cree que eso no se debe hacer?

No, no. No creo que no se deba hacer. Al cortar, al podar la entrevista, estás usando tu subjetividad, porque sacas lo que parece que no sirve y dejas lo que sí sirve. Pienso que hay que montar la entrevista.

¿Alguna vez le ha dicho un entrevistado que es fastidiosa o entrometida?

No, porque en lo general tengo muy buenas relaciones con mis entrevistados. A mí me pasa algo, que pienso que el entrevistado la siente. Salvo en casos especiales, como en entrevistas políticas en las que me siento más militante que entrevistadora, y soy agresiva, hago entrevistas bastante receptoras, contenedoras. El hecho de la entrevista, ya me da hacia el entrevistado afectividad. La materia que tengo entre manos y sobre la cual voy a trabajar, yo le tengo más que respeto, afecto. Y eso se produce con más fuerza cuando se trata de campesinos, gente muy inocente, donde tienen que hablar de su vida, sus sufrimientos, su alegría. Allí entro mucho en el otro. Y en grado menor, se da también cuando entrevisto escritores. Todo eso está formado con muchas cosas: mi interés por la gente, que es positivo; y por otra parte, el deseo de hacer una buena entrevista, hace un  «trac» dentro de mí como de entrega, de fundirse con la otra persona. Y no te digo que eso sea lindo. El deseo de hacer una buena entrevista, lima asperezas. Por ejemplo, no me gustan las personas vanidosas. Pero si voy a entrevistar a un «pavo real»  eso puede resultarme divertido y en ese momento, como es de alguna manera un signo, algo que lo está dibujando, me atrae, me gusta. Es un elemento más para develar esa persona. No levanta una barrera.

 

Distraída, femenina, de buen carácter

Háblame un poco de la mujer, María Esther Gilio.

Bueno, soy distraída. Tengo buen carácter, bastante alegre. Soy diurna: duermo de noche y me despierto temprano. No me gusta vivir de noche. ¿Tú si eres noctámbula, verdad?

Sí.

Tienes totalmente cara de noctámbula: son las tres de la mañana y escribes. Yo no puedo a esa hora ni siquiera escribir la sentencia de muerte de Pinochet. Me gusta el sol.

Debe ser que nunca ha trabajado de planta en un periódico.

Posiblemente. Y de hacerlo, me echarían porque me dormiría sobre las máquinas.

(…)

Profesionalmente, ¿aceptas críticas de tu trabajo?

Sí, pero sufro mucho. Porque pongo vanidad, realización en mi trabajo. Me gusta mucho que me digan que lo que hago está bien. Sufro, pero atiendo mucho lo que me dicen. De pronto he modificado cosas. 

¿Cuánto invierte en la escritura de una entrevista larga?

Dos días. ¿Le parece mucho?

Sí. Tengo que hacer esta en dos horas.

¡Ay, por Dios, qué horror! ¡Me puedo morir! No, yo lo hago en mi casa tranquila, tomando té, corrigiendo. Escribo la entrevista hoy, pero corrijo al día siguiente.

¿Cuál es el entrevistado ideal?

El inocente, el inculto, ignorante. La entrevista que más me gusta es, por ejemplo, a campesinos emigrantes. Por qué y cómo ocurrió eso; pero que ellos no tengan mucha conciencia sobre sus razones. Que al decirlo, de alguna manera lo descubran por primera vez. Eso me gusta: ver cómo dicen algo importantísimo que nunca pensó.

¿Cuál es la entrevista que mejor recuerdo le dejó?

Creo que en el punto de mi muerte, cuando desfilan ante mis imágenes, veré la de una mujer brasileña a la cual le hice una entrevista. Ella hablaba del Sur como de un paraíso. Y cuando le pregunté qué había de tan bueno en el Sur, me dijo, con el rostro iluminado: «En el Sur, hay mandioca, arroz, todo lo que uno quiere, los árboles en las calles están llenos de frutas, hay animales de toda clase… ».

 

(Fragmentos de entrevista publicada el sábado 26 de febrero de 1983 para «El Diario de Caracas»)


Este comentario y transcripción fueron publicados gracias a la colaboración de Pablo Luis Duarte Borges y Diana Moncada. El header fue diseñado por nuestra pasante María Virginia Rosales.