Soneto a la clarísima criatura

Yo no quiero de ti sino lo inmenso.
No anhelo sino el vínculo sagrado.
Lo azul, lo espiritual, y no lo extenso.
Lo que está libre de lo limitado.

El cielo que es lo íntimo, lo intenso;
la intensidad reside en lo captado
fuera de todo linde. Cuando pienso
en ello, siento el cuerpo rebasado.

Padezco de mejilla y de cintura,
padezco de perfil y de mirada
cuando la eterna, inmaterial ternura

no puede ser en tu ámbito expresada,
mas torna tu clarísima criatura
—alma sólo— y percíbome estrellada.

 

Soneto para una reflexión

Vuelve los ojos íntimos adentro,
mírate largamente. Reflexiona.
¿Cuál es tu azul, tu verdadero encuentro?
¿Qué es lo tuyo total que te impresiona?

Lo sabes. Esta lumbre que concentro.
Mas, ¿cuál es la expresión que en ti se dona?
¿Cómo deseas expresar el centro
de Amor que toda luz te proporciona?

¿Cómo? ¿A qué preguntar? ¿Aún interroga
tu ser por su expresión? ¿Aún no lo sabes?
No creo que tu alma aún no se arroga

los gorjeos recónditos y graves
pues solo así conmigo ella dialoga,
tú, mi haz de trinos gráciles y suaves.

 

4

Allí está. Yo lo puse. Es un murmullo
de agua. Nació en mi sangre que es materna
porque algo nace si me destituyo
de mi autista identidad. Esa caverna

como una sombra azul ya la diluyo
si desde la emoción trémula y tierna
irradio. Brota entonces un cocuyo,
como chispa de lúcida linterna.

No me ensimismo sino porque fluyo.
De mí no emana una dureza externa.
Hago la vida: un hálito, un arrullo.

Un vacío de bosques me consterna.
Abro el labio: es el canto. Y un capullo
abre parejo a mi canción interna.

 

Estos tres sonetos de la poeta Ida Gramcko pertenecen a los libros Salmos (1968) y Sonetos del origen (1972). El header fue diseñado por Faride Mereb  a partir de una foto de Alfredo Cortina, cortesía del Archivo Fotografía Urbana. La selección y transcripción de los textos estuvo a cargo de Néstor Mendoza.